Ese mediodía de verano se empecinaba en afirmar que enero, finalmente, terminaría licuando el asfalto de la 9 de Julio. A la sombra de algunos árboles, Alcides y Juan jugaban a las cartas, mientras el intercambio de la bolsita con pegamento aliviaba el peso del aire cargado de gas de escape y los autos circulaban en un frenético ir y venir a la diaria rutina de la nada.
De pronto Alcides dejó de dar las cartas y le dijo a Juan:
- Andá, loco vos no sabés lo que es soñar, el otro día soñaba que me ponía las Niké, esas que me puse ayer para salir con
- Mira Alcides, le respondió Juan, vos tendrás esos sueños porque ya cumpliste los diez y sos más grande que yo pero igual me parece que te gano por afano porque ¿a que no sabes que soñé ayer? que mientras limpiaba el parabrisas de un auto… ¡¡¡ me volvía invisible!!! Yo los veía a los cosos pero ellos no me veían a mí. ¡No sabés que flash viejo! El dueño del auto se volvía como loco porque veía el trapito moviéndose solo por el parabrisas y no entendía lo que pasaba. Arrancó de golpe y casi se lleva puesto. Cuando me di cuenta que la gente no me veía empecé a divertirme como loco, no sabés, me metí en el baño de las mujeres del subte, me filtré en la concentración de Boca y hasta me senté en primera fila en el teatro que tiene los carteles grandes, donde aparecen las minas en bolas viste?
Con una mezcla entre duda e interés Alcides tomó el mazo de cartas y comentó sin dar demasiada importancia al sueño de Juan, tanto como para no quedar en desventaja:
- Me parece Juan que te la estás inventando para cagarme. Así que, invisible… Me estás jodiendo. ¿Pero sabés que estaría bueno eso? ¡Las jodas que podríamos hacer! podríamos llenarnos de guita y entrar en la farra grande. Podríamos meternos donde quisiéramos, ya no podrían sacarnos corriendo de todos lados como ahora
Mientras esos dos pibes aislados de todo, atrapados en un destino de sufrimiento que los obliga a crecer como ciudadanos de segunda y acusados por los “buenos vecinos” como culpables de la ola de inseguridad se contaban sus sueños, una señora que paseaba su perrito pasó cerca ellos pero no los vio. Otro señor, apurado porque le cerraban el banco y tenía que cambiar unos dólares, los miró pero tampoco los vio y un flaco conectado al MP3 que iba escuchando los 40 principales, casi se los lleva por delante, porque estaban pasando el top del ranking. Hasta el candidato político, que sonreía desde el cartel publicitario y prometía felicidad eterna, tampoco los vio.
- Dale sigamos Juan, dijo Alcides
- Y que querés hacer?
- Y qué vamos a hacer boludo, le respondió… ¡barajar y dar de nuevo!
Hugo Santa Ana
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