Debajo de la Autopista 25 de Mayo, centenares de personas en situación de calle viven de lo poco que pueden procurarse como sustento y de la caridad. Tras la muerte de Luis, la administración de Mauricio Macri juzgó oportuno despejar las calles que cubre la traza de la autopista. Y salió a ofrecerles a quienes duermen debajo de ese cielorraso gris y húmedo un subsidio para que abandonaran el lugar por unos días.
Paola, Marcos y su bebé Luis se refugiaron en un pedazo de vereda, sobre la calle Pichincha, hasta que la muerte sorprendió al pequeño. La criatura no llegó a vivir un mes. Había nacido el 9 de junio y falleció la madrugada del domingo último. El gobierno porteño actuó como lo hace habitualmente en estos casos: ofreció dinero. Unos 1200 pesos. El dato lo contó Horacio Avila, de la ONG Proyecto 7: “Me los garantizó a mí Luis Viernes, del área de Atención Inmediata, cuando hicimos una gestión para que se hicieran cargo”. Antes sí, aquella dependencia a cargo de Pablo Díaz había instrumentado una serie de medidas. Pero la tragedia de Luis dejó a la política macrista a la intemperie, como a la gente que dice –y pregona– brindarle asistencia.
Por todos los medios a su alcance, el gobierno informa ahora que a la familia (que se completa con otros cinco menores que son hijos de la mujer) se le prestó toda la ayuda necesaria. Una batería de asistencialismo que incluyó desde subsidios, invitaciones para alojarse en un parador de la ciudad u hoteles, antes y después del nacimiento del niño. Nunca se habló de una vivienda digna. Ni siquiera de una casa colectiva, de esas que proponen como solución alternativa las organizaciones sociales comprometidas con estos problemas. Una visión superadora, según el imaginario oficial, de la política del garrote que empleaba la patota de la UCEP, hoy desmovilizada.
Paola y Marcos ya se encuentran en el hotel Costa Azul. Otros indigentes como ellos también dejaron sus bártulos y corrieron a refugiarse de este invierno inclemente. En los próximos días deberían abandonar los hoteles contratados. El gobierno lo niega. Por si acaso, los sin techo anuncian que no se irán sin resistencia. La alfombra es grande y debajo de ella hay demasiada mugre, como la que se observa en determinados lugares públicos.
La coordinadora de organizaciones y ollas populares llamada Red en la Calle, que el próximo martes 13 convoca a un frazadazo para continuar denunciando la política social del gobierno porteño, tiene un objetivo: que renuncie la ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal. La responsabilizan políticamente de la muerte de Luis y otras que se producen en las calles, sobre todo cuando se precipita el invierno. Avila sostiene que aumentó de modo considerable la cantidad de personas que viven debajo de autopistas o en parques, plazas y umbrales de edificios públicos. “Si tomamos en cuenta la última cifra que manejábamos para la ciudad, 15 mil, nos quedamos cortos. En Caseros y Montes de Oca nada más, hay 53 debajo de la autopista; entre Castro Barros y Urquiza, tenemos contadas unas 70”, precisó.
Luis era uno más en esa nómina despersonalizada. Igual que Ludmila, una beba que falleció el año pasado en el centro de la ciudad.
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